Coronel Juan Francisco Sánchez y Seixas
…”Juan Francisco Sánchez y Seixas (1757-1821). Militar español, general en Jefe del Ejército Real de Chile durante la guerra de independencia de ese país, entre los años 1813 a 1814 y de 1818 hasta su derrota y disolución en 1820.
Carrera militar
Nacido en Betanzos, Galicia, entró a servir como soldado en el Regimiento de Galicia en marzo de 1773. Durante los siguientes diez años asciende a sargento y luego a subteniente. Sirve en la Guerra del Rosellón en el frente de Guipúzcoa, siendo trasladado como capitán de infantería al batallón apostado en Concepción. Durante los turbulentos primeros años de la revolución se negó a sumarse a las filas juntistas ("Las gestiones del Cabildo de Santiago y la intervención de la Real Audiencia, deseosa de evitar la concreción de los planes juntistas del Cabildo, consiguieron en julio de 1810, la dimisión de García Carrasco en favor del militar de más alta graduación, a la sazón, Mateo de Toro y Zambrano. Antes de que llegara el nuevo gobernador, el Cabildo de Santiago consiguió autorización de su presidente para hacer un cabildo abierto, cursando la invitación correspondiente a los vecinos El 18 de septiembre de 1810 a las nueve de la mañana, con la presencia de unos Cuatrocientos ciudadanos, comenzó el cabildo abierto. Cada intervención, cada gesto dentro de esta jornada estuvo marcado por la lealtad de los cabildantes hacia Fernando VII, tal como lo muestran los discursos de José Gregorio Argomedo y José Miguel Infante. Los posibles miembros de la junta habían sido elegidos cuidadosamente por los integrantes del Cabildo de Santiago, con el fin de representar en la persona de cada uno de ellos a cada sector de la sociedad, asegurando así la mantención de un cierto equilibrio. Todos ellos fueron aceptados por aclamación por los vecinos presentes. Mateo de Toro y Zambrano, presidente, representaba al rey; José Antonio Martínez de Aldunate, vicepresidente de la junta, obispo de Santiago, representaba a la Iglesia; Fernando Márquez de la Plata, Consejero de Indias, primer vocal de la junta, representaba a los europeos juntistas; Juan Martínez de Rozas segundo vocal, representaba a la aristocracia de Concepción; Ignacio de la Carrera, tercer vocal, representaba a la aristocracia de Santiago. La fusión entre tradición y reforma estuvo presente en este primer Cabildo, que fue el episodio que dio inicio al proceso de la Independencia; aún cuando continuaba primando el deseo de los ciudadanos de conservar la soberanía del Rey. El Cabildo de 1810 fue la primera vez en que la aristocracia criolla tomaba el control de su propio país, experiencia que derivaría con el tiempo en una afirmación de sus propios derechos frente a la monarquía española. En ese sentido, no pasó mucho tiempo hasta que sonaran de manera ya decidida arengas patrióticas que incitaran a una radicalización del proceso y una ruptura definitiva con la metrópolis hispana. El llamado a elecciones para un Congreso Nacional, la creación del primer periódico nacional, La Aurora de Chile, y el apoyo de otros movimientos juntistas, como el argentino, iniciarían una marcha que sólo se detendría una década después con la formación de una entidad nacional independiente y soberana.".
https://www.memoriachilena.gob.cl/602/w3-article-593.html)
y fue destinado a Santa Bárbara, donde permaneció hasta que el brigadier Antonio Pareja lo convirtió en segundo jefe de su batallón. ("Santa Bárbara es una ciudad y comuna de la zona central de Chile, ubicada en la región del Biobío y en la provincia homónima. La ciudad se encuentra en la ribera norte del río Biobío, en el sector precordillerano de la provincia, a 225 m s. n. m., a una distancia de 42 km al sureste de Los Ángeles, capital provincial. Fue fundada por Manuel de Amat y Juniet primero como el Fuerte de Santa Bárbara en 1756. El gobernador pobló y erigió la ciudad de Santa Bárbara ahí el 4 de julio de 1758. La ciudad y el fuerte se mejoraron durante el gobierno de Ambrosio O'Higgins "convirtiéndose en una plaza importante para contener los malones de los pehuenches. En enero de 1819 fue despoblada y en 1821 fue incendiada por los realistas de Juan Manuel Picó.")
Estando enfermo
en Chillán, el brigadier Pareja se negó a reposar y montó su caballo bajo la lluvia en
un acto de nombramiento de Sánchez como teniente coronel y sucesor en el mando
de la gobernación ante la tropa. En el mismo evento le entregó simbólicamente
el estandarte real al coronel. Pareja expiraba el 21 de mayo de 1813. Sánchez
tenía poca experiencia militar y era fuertemente influenciado por el
fraile franciscano Juan de Almirall, antiguo secretario de su predecesor y
futuro capellán de ejército. Con un mal preparado ejército tuvo que enfrentar a las fuerzas patriotas que los superaban en número. Además, se enfrentó a la molestia de una parte de los oficiales realistas, que teniendo una mayor antigïedad en el ejército real, debían obedecer sus ordenes. Durante su mandato se libró la batalla del Roble, en 1813, al
margen del río Itata, durante la noche, donde don Bernardo O'Higgins, a pesar de las condiciones adversas, logró rechazar el ataque por
sorpresa del destacamento español gracias a la intervención de la caballería de
Ramón Freire. La resistencia realista consiguió perpetuarse gracias al «General
Invierno 1813», es decir, el clima invernal que perjudicó a las tropas
revolucionarias. Finalmente, Sánchez es sucedido por el brigadier Gabino
Gaínza, llegado a Chile el 31 de enero de 1814.
Continuó al
servicio de las armas monárquicas, destacando en la batalla de Chacabuco. Tras
la derrota de Maipú y la retirada de Mariano Osorio al Callao, le fue conferido
nuevamente el mando de la provincia de Concepción, a la espera de nuevos
refuerzos provenientes de la península.6 Sin embargo, el avance del enemigo
durante el verano de 1819 en la Segunda campaña al sur de Chile y la derrota en
la Batalla del Biobío, le obligó a retirarse con el resto de sus fuerzas hacia
territorio indígena, desde donde prosiguió hasta las fortificaciones de
Valdivia. En noviembre de 1819, embarcó en el bergantín Aranzazu para el Perú
tras ser requerido por el virrey del Perú para explicar la pérdida de
Concepción.7 Pocos meses después la plaza fuerte de Valdivia, último reducto
realista en el sur de Chile, caería también en poder de los patriotas.
Ascendido a brigadier, paso a servir en la guarnición del Callao; en 1821 antes
que capitular ante San Martín, prefirió abandonar las sitiadas fortalezas del
puerto con el ejército de Canterac que se retiraba a la sierra, falleciendo
durante la penosa marcha, a la avanzada edad de 64 años.”
Predecesor: |
General en Jefe del Ejército español de
Chile |
Sucesor: |
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General en Jefe del Ejército español de
Chile |
Sucesor: |
Oficio del
Coronel Sánchez al Cabildo de Chillán
28 de julio de
1813.
El adjunto
oficio que en consuelo de v. s. y de los jefes del ejército se ha leído esta
mañana; dirijo a v. s. para que se sirva contestarlo por mi conducto en los
términos que le dicte su prudencia y acreditado celo para el bien del ejército
igualmente que de los fieles y nobles vecinos de esta ciudad.
Dios guarde a v.
s. muchos años.
Chillán y julio
28 de 1813.
“Documentos
Relación que de
la Conducta Observada por los Padres Misioneros del Colegio de Propaganda Fide,
de la Ciudad de Chillán, Desde el año 1808 Hasta Fines del Pasado de 1814, Hace
su Prelado el Reverendo Padre ...
Oficio del Señor
General don Juan Francisco Sánchez en que pide al Rvdo. P. Guardián le haga
relación de los auxilios franqueados por la Comunidad a beneficio del Ejército
y de la relación que de ellos hace dicho Rvdo. Padre.
4 de noviembre
de 1813.
Aunque me consta
varios de los muchos auxilios de toda clase que ese apostólico colegio del
mando de Vuestra Paternidad ha prestado a este Real Ejército desde que pasó la
primera división para el Maule hasta el presente, ignoro no obstante muchos y
no tengo presentes otros que necesito me recuerde V. P. haciéndome una relación
de todos ellos para los fines que me he propuesto.
Dios guarde a v.
P. muchos años. Chillán 4 de noviembre de 1813.
Juan Francisco
Sánchez.
Rdo. Padre Fr.
Domingo González, Guardián de Misioneros de Chillán.
Contestación
Señor General en
Jefe:
En contestación
al oficio que con fecha de 4 del que rige me dirige V. S. relativo a que
exponga los auxilios que ha prestado y los sacrificios que ha sufrido esta
comunidad apostólica en obsequio de la sagrada causa que sostenemos a favor de
la Religión y del Rey, digo:
Que
desentendiéndome de dar por menor una relación de los padecimientos físicos y
morales que este religioso y respetable cuerpo, tanto en su cabeza y miembros,
como en los establecimientos piadosos que por disposiciones reales estaban
consignados a su inspección y cuidado, ha sufrido desde la fatal época que los
insurgentes, con capa de protectores amantes de la patria, sacudieron el yugo
suave y dulce de la dominación española se llamaron independientes, como entre
otros lo acreditan la suspensión del numerario consignado a los subsidios
necesarios para la subsistencia de los alumnos y maestros del Colegio Carolino
de Naturales, contiguo a este colegio.
La del sínodo
consignado al hospicio de Santa Bárbara, mandando el retiro al colegio a los
misioneros que ocupaban aquel puesto, golpe de que también estuvieron
amenazadas las misiones de Arauco y Fucapén, la escandalosa intentona de
obligarnos a romper calle divisoria entre el colegio y la huerta como lo
demuestran los oficios que a estos fines me han dirigido, asociados de
expresiones y términos escandalosos, impíos y denigrativos nacidos precisamente
de su antipatía a las monarquías y monasterios.
Que esto sea así
lo demuestran los repetidos informes que llenos de las más feas y negras
calumnias y de términos los más insultantes se han dirigido ya a la capital de
la provincia y a la del reino con sólo el designio, según parece, de hacernos
odiosos a todos, inútiles para todos y sobre todo perjudiciales a la ejecución
de sus depravados planes; llegando este punto hasta el extremo de querernos
degradar de la buena opinión, alto concepto y subido crédito que teníamos bien
afianzado en la sana y edificante conducta y religiosos procedimientos que nos
han distinguido y distinguen a la faz de todo el reino en el concepto de los
sensatos y bien intencionados: golpes todos que al paso que han sido sobre manera
extraños y sensibles a los juiciosos y prudentes, para nosotros han sido
extremadamente dolorosos y vergonzosos, pues conocemos que su intento fue
despojarnos de aquellos bienes de que sólo pueden tener dominio los religiosos
de San Francisco como son la buena fama, el honor y el buen nombre.
Pasando en
silencio estas y otras vejaciones no de menor bulto, mirándolas como abortos
monstruosos y concebidos en unos pechos animados de un espíritu de irreligión
dejando a sólo Dios las venganzas, en consideración a los que Vuestra Señoría
me ordena, no lo puedo hacer, así respecto de los auxilios y sacrificios
activos y pasivos que este apostólico colegio ha suministrado y ofrecido en
obsequio de ambas majestades, desde el feliz momento que llegaron a esta provincia
las tropas del Rey al mando del señor Brigadier don Antonio Pareja y al
presente V. S. tiene el honor de mandar.
Entre éstos
merece el primer lugar haber ofrecido al Dios de los ejércitos veinte y ocho
misas cantadas con la solemnidad posible implorando su protección a favor de
las sagradas y justas causas que defendemos.
En segundo
lugar, la gustosa, espontánea y personal oferta de todos y de cada uno de los
individuos que integran este cuerpo a la ocupación y destino que los
considerase útiles el Jefe con todos los demás auxilios a que la pobreza
franciscana se puede entender como lo acreditan en particular los que ya
expongo y son:
Que el Padre
Presidente fray Antonio Banciella acompañase al ejército en calidad de
capellán, suministrando de paso los conocimientos más útiles respecto del
terreno y de los sujetos adictos o contrarios a la justa causa, como lo
verificó hasta las riberas del Maule, y regreso a ésta; el auxilio de sesenta y
dos quintales de galleta y otros comestibles conducidos hasta el Maule a
nuestro costo y al resguardo de otro religioso lego.
La asistencia de
un sacerdote que diariamente por mañana y tarde ha ido por turno al Hospital
Real con objeto de suministrar los auxilios espirituales a los enfermos, desde
el momento que llegó a ésta el ejército.
El auxilio de
más de noventa caballos en diferentes ocasiones que se necesitaron para las
expediciones.
El de más de
veinte resmas de papel para cartuchos en libros impresos y manuscritos del uso
de la comunidad y de religiosos particulares. La hospitalidad y asistencia de
varios enfermos hasta su total restablecimiento.
La mantención
diaria de treinta, cuarenta y muchos más soldados destinados con sus
respectivos oficiales para custodia de este colegio y de los presos y
prisioneros que de orden de Vuestra Señoría se han depositado, ya en el Colegio
de Naturales, ya en otros cuantos sin tocar a lo interior de los claustros;
como igualmente la de varios religiosos y otros eclesiásticos y seglares que
libres de las prisiones en que los tenían los enemigos como reos de Estado, se
acogieron al amparo de este colegio.
Que en el caso
de hallarse esta comunidad escasísima de religiosos y en la mayor parte
postrada por la enfermedad actual de unos y habitual de otros, se hizo la
liberal y graciosa oferta de un religioso para que con la mayor prontitud y
actividad fuese a la plaza de Valdivia distante de ésta más de ciento y
cincuenta leguas andadas, en solicitud de numerario para pagamentos de la tropa
en el caso de la mayor urgencia, como por orden mía lo ha verificado el padre
fray Gregorio Eguiluz, dirigiendo su derrotero por medio de los indios infieles
en las críticas circunstancias de hallarse en gran parte sublevadas en fuerza
de las seductoras promesas con que los insurgentes los habían fascinado: cuyos
resultados V. S. está bien orientado cuán proficuos han sido a aquel pueblo,
que se hallaba sumamente consternado por las noticias ilusorias de los
patriotas, como por la escasez de las verídicas, como igualmente al Ejército de
su mando.
Por último, el
haber exhortado pública y privadamente con energía apostólica el valor y la
constancia a las tropas; suministrando asimismo a los respectivos jefes
aquellos conocimientos que hemos considerado útiles y necesarios a la
subsistencia y prosecución del feliz éxito de la ardua empresa que teníamos
entre manos.
A éstos, que
entre otros de no corta entidad, han sido los sacrificios activos que ha
prestado esta apostólica comunidad se añaden los pasivos que voy a exponer, y
han consistido en que algunos de mis súbditos han sufrido el deshonor de verse
presos por los insurgentes y tratados como reos de Estado; faltándoles en sus
tratamientos a la inmunidad que las leyes eclesiásticas conceden a personas de
este carácter; llegando su insolente atrevimiento a tratarlos de palabra con
las expresiones más insultantes e indecorosas; y de obra hasta el extremo de
abocarles al pecho una pistola y amenazarlos con la muerte, si no gritaban:
Muera el Rey y viva la Patria.
El haber sido
todos sin excepción amenazados de ser pasados a cuchillo, sin otro delito que
favorecer y proteger a cara descubierta las sagradas causas de la religión
católica apostólica romana y la del Rey nuestro señor y declamar altamente
contra su execrable sistema como Vuestra Señoría está plenamente orientado.
El haber quedado
sin un bocado de carne por haberse llevado el enemigo en el último asalto que
dio a la ciudad la corta cantidad de carneros que restaba a su rapacidad.
En fin, el haber
llevado a bien que unos edificios compuestos de una casa, capilla, cocina y
otros adherentes, que con arreglo a nuestro instituto e indigencia del país
gozábamos de capellanía en el territorio titulado “Los Guindos”, fuesen
incendiados y demolidos por orden de V. S. a fin de obviar que alguna división
enemiga se posesionase, como lo tenía proyectado, de este punto para ellos tan
interesante y ventajoso, como en el caso de suceder perjudicial para nosotros.
Estos son, señor
General, algunos de los sacrificios y auxilios que tengo presentes, que en
obsequio de ambas majestades ha prestado esta apostólica comunidad para
sostener y promover la defensa de la sagrada causa que defiende ese ejército
que tiene el honor de mandar: los mismos que en virtud de su oficio pongo en
las manos de V. S. por este papel para que en consideración a su mérito, haga
el uso que sea de su superior agrado.
Dios nuestro
Señor prospere la interesante salud y vida de V. S. por muchos años. Chillán y
noviembre 8 de 1813.
Fray Domingo
González.
Señor General en
jefe Don Juan Francisco Sánchez.”
“15 de mayo de
1813
Combate de San
Carlos
Acción bélica
durante la Patria Vieja, enmarcada en de la primera expedición realista a Chile
al mando del brigadier Antonio Pareja en 1813, quien con la colaboración de
Chiloé, Valdivia y Concepción logró formar un ejército de casi 2.000 hombres.
Los patriotas no habían tenido la capacidad de organizarse militarme y existían
diferencias entre sus líderes, aun así, dejaron de lado sus problemas y
O’Higgins se pone a disposición de las fuerzas reunidas por Carrera.
Después del
combate de Yerbas Buenas, se vieron enfrentadas las tropas realistas con las
patriotas al sur de San Carlos. La división realista, perseguida por una
división patriota y en vista del grave estado de salud de Pareja, se vio
forzada a enfrentar a sus perseguidores al sur de San Carlos. Para ello, el
comandante Juan Francisco Sánchez asume el mando y ocupa las alturas
repartiendo en las lomas los cañones y los cuerpos de infantería para evitar el
envolvimiento de las tropas patriotas.
La división del
brigadier Luis Carrera, a pesar de no contar con las tropas suficientes, inicia
el ataque, para luego ser apoyado por el General en Jefe José Miguel Carrera
con la II división ordenando el ataque, el cual es desorganizado por el fuego
de la artillería realista. Al cabo de dos horas de combate la derrota patriota
era inminente, pero al caer la tarde llega la III división del brigadier Juan
Mackenna.
La caballería
patriota intenta atacar el cuadro defensivo realista infructuosamente. Al
finalizar la tarde el Ejército patriota estaba prácticamente derrotado y las
tropas se retiraban a San Carlos.
El resultado de
esta sangrienta batalla quedó indeciso, considerando 100 muertos y 70 heridos
patriotas, la dispersión de los cuerpos e indisciplina de las milicias y que
las tropas realistas del comandante Sánchez se retiraran durante la noche hacia
Chillán.”
“Antonio de
Adriasola y Carrión. Presumiblemente, nació en Valdivia el año 1763; hijo del
valdiviano Miguel de Adriasola y Zurita y de Jacoba Carrión. Participó en el
año 1795 en la expedición comandada por Juan de Dios Brito para el cierre de
los pasos de la cordillera nevada. En 1803 solicitó a la corona española el
grado de subteniente, que se le niega por Real Cédula de 31 de agosto de 1805.
Se casó el 17 de
abril de 1780 con Mauricia Rivera y Uribe, con quien tuvo dos hijos; el 20 de
abril de 1789 se casó con Antonia Fernández de Lorca y Santillán, con quien
tuvo tres hijos; uno de ellos, Juan Fancisco Adriasola y Lorca fue secretario
de la Asamblea Provincial de Valdivia de 1827. Se casó nuevamente, con María
Dolores Campillo y Lorca, el 14 de marzo de 1802 y tuvieron trece hijos. En sus
tres matrimonios procreó 18 hijos.
Se caracterizó
por ser partidario del bando realista. Trabajó en las fábricas y
fortificaciones del Fuerte Niebla, por el año 1807 aproximadamente.
Siendo
subteniente del batallón de Valdivia, el 1° de noviembre de 1811 asumió como
miembro de la Junta de Guerra Realista de Valdivia. Capitán del Ejército Real
Restaurador, actuó como parlamentario del general español Juan Francisco
Sánchez, en Chillán el 28 de julio de 1813, ante José Miguel Carrera y el
cónsul norteamericano Robert Joel Poinset. Capitán de Granaderos del Batallón
Valdivia y más tarde coronel graduado. En ese período donó $ 500 para ayudar a
los gastos de la guerra.
En 1815 se
desempeñó en las fortificaciones de Valdivia. Fue electo diputado en las
Asambleas Provinciales de 1826, Asamblea Provincial de Valdivia, 10 de
noviembre de 1826-(enero de 1828); ocupó la vicepresidencia de la Cámara, 9 de
abril al 4 de junio de 1827. Falleció en 1833.”
DIARIO MILITAR
José Miguel Carrera
“Mayo 22 de
1813. Al amanecer llegó don Juan Esteban Manzano con contestación favorable. La
plaza se entregó. Para saber los acontecimientos de este día véase mi oficio Nº
33, copiado del Monitor [Araucano] del 29 de mayo. Julio 26 de 1813. Se puso en
movimiento nuestro ejército y se formó sobre el Maipón. Reconocimos las alturas
que debíamos ocupar, y fue tomada por las guerrillas. En la media noche se
situaron en ella las divisiones y la artillería gruesa, para la que se empezó a
trabajar una batería con salchichones.
Por medio del
Teniente Coronel Calderón, intimé al Cabildo [de Chillán] para que cooperase a
entablar las capitulaciones. Como [Juan Francisco] Sánchez no contestase la
última intimación que hice a [al Brigadier Antonio] Pareja, y que él recibió
por estar expirando su General, no quise intimarlo, y sí al Cabildo,
anunciándole que destruiría la ciudad si se mantenía en ella por más tiempo el
ejército real, que no tenía otro arbitrio que rendirse. A Sánchez le decía
únicamente que fuese humano.
Julio 27 de
1813. A las tres de la mañana empezó una fuerte lluvia y aún no habíamos podido
pasar a la altura toda la artillería.
Volvió Calderón
sin respuesta, que ofreció Sánchez mandar después. La tropa sufrió mucho este
día y a pesar del agua adelantó bastante la batería, y quedó al concluirse.
Julio 28 de
1813. Contestó [contestaron] Sánchez y el Cabildo. No accedieron a mi
intimación; pero el parlamentario me provocó disimuladamente a una compostura.
Estaba demasiado satisfecho del poder de mi ejército, y dije que no admitía
otra composición que a discreción.
Trajo el mismo
parlamentario don Antonio Adriazola, un oficio para el Cónsul [Joel Roberts]
Poinsett, en el que le reconvenía Sánchez por la parte que tomaba a nuestro
favor. Nada le contestó y se volvió a la plaza.
El Capitán
Benavente volvió sin respuesta. Fue recibido por Sánchez y lo despidió,
diciéndole que se contestaría y que no se podía ver a su General Pareja.
Supimos que estaba agonizante.
La reserva se
situó sobre el Maipón, entre El Tejar y la batería, por si el enemigo intentaba
[una] nueva salida. Las guerrillas de Benavente hicieron algunos prisioneros
por la parte del este. Estaba tomándoles algunas declaraciones e intimando a
[Juan Francisco] Sánchez, que sabía estaba muy consternado, cuando me avisan
que el enemigo se presentaba con toda su infantería y caballería. Monté a
caballo y vi que pequeños cuerpos de caballería avanzaban lentamente, y que la
infantería, formada en línea sobre El Tejar, tendría 600 hombres. La reserva
nuestra, apenas vio que avanzaba hacia ella un pequeño número de caballería,
abandonó los cañones y se refugió a la batería, por lo que se habría apoderado
de ellos el enemigo si el constante y valiente Barrueta no lo hubiese defendido
con unos pocos soldados. El Capitán Morla, con dos cañones y cien fusileros,
fue encargado de la posición que tenía la famosa reserva.
La reserva se
situó sobre el Maipón, entre El Tejar y la batería, por si el enemigo intentaba
[una] nueva salida. Las guerrillas de Benavente hicieron algunos prisioneros
por la parte del este. Estaba tomándoles algunas declaraciones e intimando a
[Juan Francisco] Sánchez, que sabía estaba muy consternado, cuando me avisan
que el enemigo se presentaba con toda su infantería y caballería. Monté a
caballo y vi que pequeños cuerpos de caballería avanzaban lentamente, y que la
infantería, formada en línea sobre El Tejar, tendría 600 hombres. La reserva
nuestra, apenas vio que avanzaba hacia ella un pequeño número de caballería,
abandonó los cañones y se refugió a la batería, por lo que se habría apoderado
de ellos el enemigo si el constante y valiente Barrueta no lo hubiese defendido
con unos pocos soldados. El Capitán Morla, con dos cañones y cien fusileros,
fue encargado de la posición que tenía la famosa reserva.
Agosto 6 de
1813. Intimé últimamente a [Juan Francisco] Sánchez por medio de mi
parlamentario don Raimundo Sessé, ofreciéndole que le dejaría embarcar [a]
todas las tropas de Chiloé y Valdivia, proporcionándoles transportes, con la
condición de entregar las armas en el campo de Chillán. La contestación,
después de un buen recibimiento, y de haberle mostrado 2.000 hombres (reunió
para esto indios de Guambalí, huasos y vecinos a los que ponían gorras, único
distintivo de sus soldados) fue mandarme a su Secretario, Fray Juan Almirall,
para que me propusiese retirarme con todas mis fuerzas al [río] Maule,
dejándole la posesión de la provincia de Concepción por seis meses, en cuyo
tiempo el Gobierno de Chile trataría con el Virrey de Lima [17] para concluir
la guerra, debiendo conducirnos durante los seis meses con la mayor amistad, y
sin interrumpir el libre comercio entre ambas provincias. Fray Juan procuró
halagarme y persuadirme de lo ventajoso de su proposición. Yo le contesté
asegurándole que debíamos despreciar toda amistad con el Virrey y con Sánchez,
si se fundaba en sostener los derechos de Fernando [VII]; que los pueblos de
Chile trabajaban por su independencia, y que, lejos de acceder a la entrega de
la provincia, no perderíamos un palmo del terreno restaurado por las bayonetas;
que ellas solamente podían allanar los obstáculos que se presentaban a nuestra
justa empresa. Se volvió el fraile y quedó de contestarme si accedía Sánchez a
mi propuesta de embarcarse para Lima con tropas de Chiloé y Valdivia cuyas
plazas debían ocupar las mías.
Antes de las
doce de la noche trajo la respuesta el Teniente Coronel Carvallo en oficio de
Sánchez. No pasa por mi propuesta y me amenaza, diciendo que me aprovechara del
parlamento para adelantar el atrincheramiento de mi campo. Díjele a Carvallo
que su General estaba loco y que no había más que hacer.”
“Combate de
Maipón. Guerra de Independencia de Chile, Fecha 3 de agosto de 1813. Lugar
Chillán Viejo. Resultado Victoria realista. El Combate de Maipón se libró el 3
de agosto de 1813 en el marco del Sitio de Chillán entre las fuerzas patriotas
mandadas por José Miguel Carrera y las tropas realistas acantonadas en Chillán
al mando de Juan Francisco Sánchez, después de que los patriotas habían
reconquistado Concepción.
Antecedentes.
Los patriotas se situaron al poniente de la ciudad de Chillán (Chillán Viejo),
entre ésta y el estero de Maipón (Estero Las Toscas), en unas lomas en que
Mackenna, uno de los oficiales del ejército patriota, había instalado dos
cañones de 24 y dos de 18. Desde el improvisado campamento, en el que las
lluvias y las privaciones estaban haciendo estragos en la moral de las tropas,
Carrera intimaba rendición a los realistas cuyas tropas estaban enclavadas
cómodamente en el claustro de San Francisco (Actuales manzanas formadas por las
calles Sotomayor, Erasmo Escala, El Cabildo, Orozimbo Barbosa y Juan Martínez
de Rozas), con tres costados libres para abastecerse o hacer operar sus
guerrillas. Sánchez respondió con una enérgica negativa, en vista de lo cual
los cañones de Carrera abrieron fuego en la madrugada del 29 de julio. Como los
disparos no tuvieron efecto alguno y provocaron hilaridad en el campo realista,
Bernardo O'Higgins y José María Benavente dieron un asalto nocturno con 380
hombres que no tuvo mayores consecuencias.
Comprendiendo
O'Higgins y Mackenna que la disciplina en el lado patriota comenzaba seriamente
a resentirse, presionaron a Carrera para obligarle a arriesgar un asalto en
regla. En la noche del 2 al 3 de agosto, el ejército pasó el Maipón y Mackenna
logró emplazar una batería de seis cañones en una pequeña altura a cuatro
cuadras de la ciudad.
La batalla.
Sánchez descubrió la batería y quiso tomarla por sorpresa, pero fracasó cuando
Carrera hizo avanzar una columna de 400 hombres de caballería que amenazaban el
flanco izquierdo de los realistas. Spano, que había quedado en lugar de
Mackenna mientras éste andaba en el cuartel general, atacó y penetró en los
suburbios de la ciudad con su gente, a la cual imprudentemente se había
repartido una fuerte ración de aguardiente. Sánchez dejó que los patriotas se
dispersaran por el extremo poniente de la ciudad y empezó una cacería metódica
de patriotas desde las tapias, los tejados y los balcones de las casas y,
envalentonado con el éxito de ésta fácil cacería, decidió liquidar la situación
contraatacando resueltamente las posiciones del enemigo. Desde el norponiente
del pueblo hizo avanzar las tropas de Valdivia contra las baterías que habían
emplazado los patriotas. Las tropas realistas tropezaron en su avance con la reserva
del ejército patriota, la cual huyó y fue a refugiarse detrás de los cañones.
Las fuerzas de caballería que Carrera mandó en su auxilió huyeron también. Las
tropas de Valdivia, comandadas por el comandante Molina, al darse cuenta que
O’Higgins con los restos de la infantería salvados del combate en las calles de
Chillán venía avanzando contra su batallón, se vieron obligados a abandonar el
asalto a las baterías. En esos instantes, ambas columnas se paralizaron al
contemplar un espectáculo aterrador. Una bala del fuerte de los realistas dio
en uno de los cañones que Mackenna había emplazado cerca de la ciudad, y
encendió el depósito de pólvora que estaba contiguo. Una inmensa llamarada
seguida de un estruendo aterrador se dejó sentir al tiempo que el fuego se
propagaba a los depósitos vecinos y aun a las cartucheras de los soldados. El
pánico fue enorme y la confusión indescriptible. En medio de los lamentos de
los heridos, los oficiales sobrevivientes trataban de organizar la defensa
contra la columna de Molina. La infantería con que había llegado O'Higgins
peleaba en completa dispersión. Grupos de soldados ebrios pedían a gritos que
se les condujera de nuevo al asalto del pueblo. Antonio Millán, uno de los
oficiales patriotas, cargó con metralla hasta la bocha el caño del 24 que
quedaba útil y lo disparó contra la columna de Molina a boca de jarro. Los
estragos de este disparo y la oscuridad de la noche pusieron término al
combate.
Consecuencias.
Los realistas se retiraron al pueblo, sin mayores pérdidas. En las diversas
acciones del día, el ejército patriota había tenido unos 200 muertos y otros
tantos heridos.”
“5 de agosto de
1813. Corrían los primeros días del mes de agosto de 1813, cuando se
desarrollaban las primeras acciones de guerra de la independencia chilena y
tenía lugar el sitio de la plaza de Chillán. Los sitiados eran las tropas
realistas que operaban en ese año en suelo chileno, mientras que los sitiadores
correspondían a las tropas patriotas, cuyo general en jefe era el brigadier
José Miguel Carrera.
Pronto este
sitio resultó ser muy fatigoso para los patriotas, quienes sobrevivían en
condiciones muy precarias y estaban en peligro de carecer de víveres y
municiones. El día 3 de agosto de este año tuvo lugar un combate que estuvo a
punto de terminar con la toma de la población, pero que finalmente se frustró.
Durante el día siguiente no hubo ataques, sino uno que otro tiroteo.
Al amanecer del
día 5 de agosto, se supo en el campamento patriota que los realistas harían una
salida; de hecho, como a las once de la mañana, una columna de infantería se
dirigía hacia una de las baterías patriotas, con el fin de asaltarla. El
coronel Luis Carrera estaba a cargo de esa batería y mandó hacer fuego sobre la
columna, con buenos resultados; pese a que esta última recibía refuerzos, no
pudo llegar hasta la batería y sus hombres terminaron replegándose hacia la
plaza. En vista de lo anterior, muchos soldados patriotas penetraron en la
ciudad por los costados norte y sur, en persecución de los fugitivos; sin
embargo, esto fue efectuado con mucho desorden y produjo terror entre los
habitantes de Chillán, ciudad que quedó sembrada de cadáveres. Como la
operación fue realizada sin plan alguno, terminó siendo infructuosa.
José Miguel
Carrera observaba el estado lamentable de las fuerzas patriotas, pero pensó que
los realistas se hallaban en una situación muy parecida, por lo cual, el día 6
de agosto envió nuevamente un parlamentario, quien se presentó ante el
comandante Juan Francisco Sánchez. En la tarde del mismo día, el sacerdote
realista Juan Almirall, secretario de Sánchez, llegó al campamento patriota
para negociar con Carrera. Después el primero volvió a entrar a la población de
Chillán, saliendo de ésta otro emisario con la respuesta del comandante Sánchez,
quien no aceptó las condiciones impuestas por el general en jefe patriota.
Este último ya
había decidido el abandono del sitio de Chillán. En la noche del día 7 al día 8
de agosto, los patriotas comenzaron a efectuar su marcha hacia el cerro de
Callanco, llegando a los pies de esta altura en la madrugada del 10 de agosto.
El 13 del mismo mes, estas tropas llegaban a las orillas del río Itata, el cual
sólo pudo ser pasado el 17 de agosto, debido a que su caudal estaba muy
crecido.”
DIARIO MILITAR
José Miguel Carrera
“Agosto 10 de
1813. A las siete de la mañana salió el enemigo de la plaza, presentó sobre el
Maipón una línea como de 800 fusileros, y al sur del estero, como de 400 de
caballería. El parlamentario don José Hurtado se adelantó con el oficio de
intimación Nº 41. [Juan Francisco] Sánchez había llegado a saber que no
teníamos municiones, según pude comprender de algunas expresiones de Hurtado;
por eso cobró tanto ánimo en circunstancias que me consta estaban muy
satisfechos con sólo mi retirada; retirada que los alejaba de un peligro del
que no habrían escapado a no ser [por] tantas casualidades que acudieron en su
favor … Sánchez mudó de dictamen y apeló a la prudencia, encerrándose con su
ejército en la plaza. Algunos oficiales fueron a burlar al enemigo tirándole
voladores, pero ni sus guerrillas se movían. Mi Ayudante, don Juan de Dios
Martínez, tomó prisionero a un soldado de milicias, natural del Parral, del
modo más gracioso. El Brigadier [Juan José] Carrera le dio libertad sin mi
conocimiento, para que en su nombre fuese a decir a Sánchez que saliese a
batirse. El Teniente don Juan Nicolás Carrera, cuya alma feroz se complace en
la destrucción de sus semejantes, estaba avanzando con una guerrilla, encontró
al infeliz miliciano que acababa de mandarse y le cortó la cabeza; como por
triunfo le cortó las orejas, según supe después … Chillán fecha 19 de agosto.
Hice sacar [a] todos los sarracenos presos, para que llenasen los fosos.
Después del susto los mandé retirar, pero se llenaron en el día. Esta
determinación persuadió al enemigo de que contaba [contábamos] con mucha
fuerza, y renunció al proyecto de atacar [a] la [ciudad de] Concepción como lo
había pensado. Si lo hace entonces el señor [Juan Francisco] Sánchez,
ciertamente habría triunfado. No tenía más que 6.000 cartuchos de fusil, y no
había pólvora, ni balero en que hacer las balas ... Agosto 24 de 1813. Llegó a
Quirihue la segunda división. Arauco se sublevó y se declaró por [Juan
Francisco] Sánchez. Mandé salir al Coronel Urízar con veinticinco hombres para
que lo contuviese y tomase el mando de la plaza; ésta no tenía armas ningunas y
bastaba aquella fuerza. Se hallaba en ella el parlamentario don Jaime Guarda y
su compañero Rengifo; ambos fueron presos por los insurgentes … Octubre 16 de
1813. El Teniente don Ramón Freire condujo aquella noche a mi alojamiento a un
espía de los enemigos, que creyéndolo de los suyos le contestó que había estado
otras ocasiones en Concepción, y conducido cartas de [desde] Chillán, escritas
por [Juan Francisco] Sánchez y [Matías de] Lafuente a las señoras Reyes y don
Julián Urmeneta. Una soba de azotes que llevó, atado a un árbol, le hizo
confesar que era sirviente de don José Ormeño, y que de sus órdenes había
desempeñado varias ocasiones el espionaje. En Concepción se careó después con
los cómplices y quedaron convictos … Confiado el Gobierno en la absoluta
libertad que le dio el Senado, emprendió su marcha con grande aparato de
escolta, coches, edecanes y cuanto podía proporcionarles el respeto de los
pueblos por la exterioridad. La hipocresía era la máxima favorita. Con este
mismo plan se dirigió S.E. a [Juan Francisco] Sánchez, intimándole rendición,
sin contar con el General para lo menor, y sin averiguar siquiera antes el
estado de las respetables divisiones de Concepción. La corta división que había
llevado de Santiago, en la que estaba inclusa [incluida] la auxiliar de
Milicianos de Mendoza, armados de viejas carabinas y de 150 hombres de fuerza;
éste era todo el escudo de S.E. para rendir a Sánchez y para exigir dejase el
mando … Por el 24 de octubre me ofició S.E., por el Capitán Letelier,
acompañándome copia del oficio de intimación hecha a Sánchez. Era este oficio
muy disparatado, tanto por el modo como lo remitieron, como por su contenido. Amenazaban
al enemigo con 100 vestuarios remitidos a la compañía de artillería de
Valparaíso, con 6.000 salchichones para trincheras y le detallaban la fuerza
repartida en las guarniciones del norte de Talca, hasta Copiapó. Le pronostiqué
a S.E. en contestación, que la de Sánchez sería una burla completa.
Efectivamente sucedió así. Despreció Sánchez a S.E., poco caso hizo de las
precisas guarniciones que distaban de 100 a 300 leguas; no le importaba
estuviesen bien o mal vestidas. Admiró sí el proyecto de conducir 6.000
salchichones desde Santiago, habiendo en los campos inmediatos a Chillán,
fajina suficiente para sitiar todas las plazas del mundo. No fue Sánchez tan
torpe, que no conociese el objeto principal de la ida del Gobierno a Talca;
apercibió la oportunidad, para atizar el fuego de la discordia. En la
contestación que dio a S.E. vibraba su lengua contra mí, como persuadiendo de
que yo causaba su obstinación, para decidir mejor a S.E. a mi separación. Decía
que yo era inmoral, que quería entregar el reino a los franceses, como constaba
de documentos que me había [habían] interceptado, y podía manifestar cuando
gustase S.E. mandar una persona que los examinase. Que sería Chile desgraciado
si tenía yo la fortuna de vencerlo, y que no dudase que mis primeros tiros
debían dirigirse contra el Gobierno, como le era constante … El Gobierno
manifestó despreciar cuanto le decía Sánchez; pero como todo estuviese en favor
de su proyecto, no dejó de lisonjearlo cuanto decía en mi contra. No así la
negativa de rendirse, pues creía que no podía haber llegado este caso. Me
atrevería a jurar lo que el Gobierno encerraba en sus huecas cabezas. Vamos a
Talca, dirían, a nuestra intimación se rinde el enemigo, y como en el mismo
momento quitamos el mando a Carrera, resulta nuestra toda la obra de la
libertad de Chile. Pobres tontos, no advertían lo que fraguaba la Casa Otomana
… Me remitió el Gobierno la contestación de Sánchez, asegurándome que le
exaltaba en la parte que se expresaba en mi contra, y que todos los hombres
sensatos despreciaban aquellas invectivas. Yo supliqué a S.E. que, por su honor
y el mío, admitiese la oferta del infame Sánchez, haciendo que un oficial de su
confianza fuese a Chillán a sacar copia de los documentos interceptados. S.E.
conocía la falsedad de la acusación y no quiso mandar [hacerlo], porque así
dejaba campo para opinar mal de nuestro patriotismo … Los prisioneros que tenía
Sánchez en Chillán fueron mandados a Arauco por Los Ángeles, y aunque la
división de Diguillín pudo haberlos quitado, no lo hizo por falta de caballos,
y el Coronel Cruz, con diez oficiales más, fueron embarcados en el Potrillo y
remitidos a Lima. Allí gimieron en [las] casamatas, y aunque el Monitor
[Araucano] del 13 de noviembre publica el maltrato de nuestros prisioneros, no
por eso dejaban de disfrutar en Santiago de las primeras atenciones los de la
fragata Thomas: ya se ve que había patriotas de primer orden que pedían a
Rábago cartas de recomendación para el caso de vencer el enemigo. ¿Qué podíamos
esperar de estas gentes? … Los enemigos del sistema, que no perdonaban ocasión
para perjudicarlo o destruirlo, creyeron que la persecución del Gobierno les
daba campo para cometer crímenes sin temor del castigo. Don Santiago
Tirapegui, Capitán retirado de Dragones de la Frontera, aunque fue conducido a
Talcahuano y puesto a bordo de un buque por sospechoso, a instancias de su
familia obtuvo la gracia de seguir arrestado en su casa, para curarse de una
enfermedad de consideración. Este obstinado sarraceno fraguaba una horrorosa
conspiración, para sorprender mi persona, al Gobierno de Concepción, Cabildo,
jefes militares y a otros patriotas, para asegurar las divisiones y entregarlo
todo al ejército enemigo. Contaba para esto con las fuerzas de San Pedro y con
una división que debía mandar [Juan Francisco] Sánchez, de [desde] Chillán … El
General enemigo don Francisco Sánchez, luego que supo que se ejecutaba la
sentencia, pasó oficio al Gobierno, diciendo que, si se verificaba, usaría de
represalias en la familia de O’Higgins, Alcázar y cuantos patriotas tenía en su
poder. El Gobierno le contestó enérgicamente que estaba cierto que el General
Carrera obraría con arreglo a las leyes. La mujer de Sánchez y sus hijos
estaban en mi poder; hice saber a la señora que, si Sánchez no entraba por el
partido de canjearla por las familias patriotas, la embarcaría en Talcahuano,
en un falucho que daría muy luego a la vela para Valparaíso; que le daba 6 días
de término para resolverse y un correo para que llevase a su marido la carta que
debía escribirle en el momento. Todo lo hizo con prontitud … Contestó Sánchez a
su mujer, y me pasó oficio conviniendo en el canje, que se verificó en las
Juntas del Diguillín. Yo mandé a la mujer de Sánchez y sus tres hijos, y él me
dio [a] la mujer del Coronel Alcázar, la madre y dos hermanas del General
O’Higgins, dos hijos y dos hijas de don José Alcázar, don Cirilo Cárdenas, al
Alférez don José Almanche y al Sargento Sánchez. Luego que llegaron a
Concepción, se les dio casa a las señoras y 500 pesos a cada una de las
familias
La combinación
era para que, en el caso [de] que [Juan Francisco] Sánchez atacase [a] la
división auxiliadora, lo protegiese por su retaguardia, o cayese sobre los
atrincheramientos de Chillán. No atino con la idea que concibió Balcarce; pudo
querer probar las disposiciones de aquel jefe, a quien creían protector de los
planes del Gobierno; pudo creer fácilmente [en] la derrota del enemigo y querer
apropiarse aquella gloria; pudo hacerlo por desairarme; pudo obrar por temor a
Sánchez y entenderse con mi subalterno por no conocer nuestro territorio, y
juzgar fuesen las fuerzas más inmediatas a las suyas. Sea lo que quiera, o fue
por ignorancia o por una malicia consumada. Me remitió el jefe de la división
el oficio, y contesté al señor Balcarce extrañando su conducta, y prometiéndole
que una división de caballería avanzaría hasta las inmediaciones de Chillán, de
cuya ciudad no se atrevería a salir el enemigo, si no era a la parte de la
Frontera; porque sabía [acerca de] la escasez de caballos que había en el
ejército, por cuya razón y la de estar protegidos por los de la campaña, no se
les había echado de ella. No me contestó, y el único oficio que tuve de su
señoría es el que me entregó Luis.
La guerrilla del
Teniente don Luis Ríos tomó, cerca de Hualqui, a don Vicente Vocardo y a un
hijo del General Sánchez, que de Concepción huían al campo enemigo. Vocardo es
primo hermano de los Zañartu; y en la hacienda de éstos, y antes en Talcahuano
en casa de una señora, había estado escondido, sin poderlo encontrar, a pesar
de mis terminantes órdenes para que entregasen al tal hijo de Sánchez llamado
Manuel. O’Higgins los dejó libres, y no desmereció ni la casa de Zañartu, ni
muchos de los que los rodeaban que, siendo sabedores del lugar donde estaban
escondidos, nada avisaban y procuraban ocultarlos.
Febrero 26 de
1814. Oficié al General O’Higgins incluyéndole un extracto de las
correspondencias que se habían encontrado a varios sarracenos, una lista de las
mujeres que habían estado presas y desterradas, con los motivos que habían
ocasionado su prisión, otra de las casas embargadas en Concepción y Talcahuano,
copia del decreto porque [debido al que] salieron desterrados don Manuel
Zañartu y don José Zapatero, y la carta del Supremo Gobierno en que aprueba
aquella determinación. Véase el [documento Nº 66]. [Le remití] otro oficio
acompañándole las causas pendientes de doce reos, cuando entregué el mando;
otro en que acompañaba un inventario de algunos útiles del ejército; en otro le
advertía que los vecinos de Palomares habían muerto y enterrado al Cabo Pino,
de Nacionales, cuyo delito [delito que] estaba impune; en otro le acompañaba un
oficio contestación a Sánchez de resultas del canje que yo había alcanzado a
mandar, y aunque era asunto en que me mezclé por salvar a su familia, no lo
remitió a Chillán, y me dejó en aquel descubierto. Todo era honor en O’Higgins.
Marzo 7 de 1814.
Don Antonio Bulnes, con una escolta de cuatro fusileros y algunos lanceros, fue
nombrado por Gaínza para que nos condujese a Chillán. Nada sentimos dejar aquel
alojamiento en el que, a pesar de la abundancia, no se nos daba de comer, y si
una vez mandó Gaínza un pedazo de asado y fruta, no permitió que nos diesen una
gota de vino. A mi antiguo sirviente, José Conde, me lo quitó Gaínza, creyendo
le serviría a él con la misma voluntad que a mí. El padre Fray José Antonio
Mollar me dio una letra de 50 pesos que debían pagarme en Chillán. Vildósola
dio a Luis 4 pesos. El Ayudante Tavira, oficial de marina, fue el único que mostró
buenos sentimientos en nuestro favor; éste desimpresionó a su General de una
acusación que el oficial de guardia hizo contra Luis, porque al entrarnos un
poco de comida dijo “Viva la Patria”. Llegamos con Bulnes al río de Chillán, y
en una de aquellas casas nos dio de comer. Habíamos acordado el modo de
sorprender a Bulnes y escaparnos; pero frustró el plan la llegada de un oficial
que conducía a Chillán porción de enfermos y todos armados. En la tarde
entramos en aquella ciudad que poco antes habíamos atacado y destruido en mucha
parte. A un cuarto de legua nos recibieron todos los que tenían caballos. El ex
General [Juan Francisco] Sánchez, con su mujer, detuvieron nuestra marcha;
aquel bruto gallego, poniéndoseme delante, y con un tono chocantísimo, me dijo:
“Aquí tiene usted aquel hombre que tantas veces se le presentó a usted en el
campo de batalla”. Le respondí que jamás lo había visto, y como continuase con
expresiones groseras, lo traté agriamente y seguimos el camino. Los muchachos,
soldados y mujeres [,] nos rodeaban y formaban un numeroso acompañamiento; las
piedras y terrones eran tantos como los insultos; las calles y los tejados
estaban llenos de gente; pero no podían distinguirnos entre la escolta de
huasos, porque los trajes eran iguales.” …
“La Batalla Paso
del Roble se desarrolló en el paso del mismo nombre, sobre el río Itata, el 17
de octubre de 1813, es decir, en plena Patria Vieja chilena y dentro de los
límites de la hacienda El Roble, que pertenecía a Clemente Lantaño; en ella se
enfrentaron las fuerzas patriotas al mando del general en jefe José Miguel
Carrera, compuestas de unos 800 hombres y una guerrilla realista al mando de
Clemente Lantaño y de Luis Urrejola con 1.200 hombres.
Carrera, que
planeaba apoderarse de Chillán, que estaba en manos realistas, dividió su
ejército en dos partes, dejando la Segunda División al mando de su hermano Juan
José dos kilómetros más arriba de la confluencia del Itata con el río Ñuble.
Así, se dirigió con 800 hombres al paso de El Roble, distante tres leguas hacia
el oriente del campamento de la Segunda División.
Enterado Juan
Francisco Sánchez, jefe realista que ocupaba Chillán, de las intenciones de
Carrera, decidió atacarlo mediante sorpresa.
Con este fin,
mandó una fuerza que atravesó el Itata de noche y se ubicó en la ribera sur, al
oriente del Ejército Patriota. Al norte del río, enfrente del paso El Roble,
los realistas habían ubicado una fuerza de 400 hombres al mando del activo
guerrillero Juan Antonio Olate, con la misión de evitar el paso del río a los
patriotas. Esta fuerza se mostró en todo momento para distraer al enemigo.
Al despuntar el
día 17, las fuerzas realistas cayeron inesperadamente sobre las fuerzas de
Carrera, provocando entre estas una gran confusión.
Carrera se vio
supuestamente perseguido por los soldados realistas a caballo, que gritaban a
viva voz: "¡El que va adelante es el General en Jefe!", (Diario
Militar del Gral. J.M. Carrera) y decidió cruzar el Itata en su huida para
alertar a las tropas Patriotas comandadas por su hermano brigadier Juan José,
que se encontraban del otro lado del curso de agua, distantes media legua,
aproximadamente.
La batalla de El
Roble, ilustración del libro de Vicuña Mackenna El ostracismo del jeneral D.
Bernardo O'Higgins, 1860
El coronel Bernardo
O'Higgins que estaba en pie desde los primeros tiros, reunió unos doscientos
hombres, corrió a proteger la artillería y a organizar la resistencia. A esta
fuerza se sumaron la de los capitanes José Joaquín Prieto y Diego José
Benavente formando un respetable centro de resistencia. Como la lucha se
prolongaba ya más de una hora, O'Higgins impaciente tomó el fusil de un soldado
que había caído muerto a su lado y le grita a los suyos "¡O vivir con
honor o morir con gloria; el que sea valiente que me siga!" La tropa,
alentada, se precipitó sobre el enemigo y lo puso en completa dispersión en
pocos momentos. O'Higgins, herido en un muslo, continuó a pie la persecución
del enemigo hasta hacerlo repasar el río en el mayor desorden.
Los realistas
dejaron más de 80 muertos en el campo de batalla, mientras que los patriotas
perdieron 30 hombres y hubo numerosos heridos.
La huida del
campo de batalla de José Miguel Carrera se interpretó maliciosamente y sirvió
para acentuar los cuestionamientos a su mando. O'Higgins, a raíz de esta
batalla, es reconocido por Carrera cómo "el primer soldado de Chile"
por los méritos demostrados, al mismo tiempo que El Roble se convierte en la
primera victoria significativa para los patriotas.”
VICENTE
BENAVIDES Y EL JEFE REALISTA JUAN
FRANCISCO
SÁNCHEZ
Continuando con
la difusión de documentos históricos relativos a la historia de Chile y a la
historia militar chilena, se expone ahora el primero de cuatro documentos que
hemos seleccionado y que están guardados en un volumen del Fondo Ministerio de
Guerra del Archivo Nacional Histórico, el cual contiene correspondencia
sostenida entre Vicente Benavides (el muy conocido líder guerrillero realista
que combatió a los patriotas chilenos en el marco de la campaña denominada
“Guerra a Muerte”, sostenida en el sur del país) y el jefe militar realista Juan
Francisco Sánchez.
Se pueden
apreciar, entre otros aspectos, el valor que las autoridades realistas en
América daban a la acción guerrillera impulsada por Benavides, en favor de la
causa del Rey de España; también se advierte la colaboración que Benavides pudo
obtener de los indígenas de la Frontera araucana, destinada a combatir a los
patriotas; además, se percibe la ayuda que a Benavides y sus hombres les iba
llegando por mar, para procurar su manutención y un adecuado armamento con el
cual luchar.
‘Nos han sido
muy gratas las noticias que V. me comunica de la derrota del enemigo en dos
ocasiones, que he mandado publicar en el ejército para satisfacción de los
buenos servidores del Rey, dando a V. mis expresiones de afecto y que la
comunique a la tropa de su mando, recomendando todo el tiempo oportuno a S. M.
Tenía mandado por la parte de Angol el adjunto oficio; pero habiéndomelo
devuelto el conductor sin haberlo entregado ni dirigido, lo vuelvo a remitir
con el objeto de indagar el paradero de los desertores que se contienen en la
nota que acompaño.
Deseo saber y es
preciso San Carlos, Santa Bárbara y otros parajes de la Frontera.
Por ahora se
halla el ejército en este destino. Por … no hay novedad según noticias
recientes que tengo de aquella plaza.
Dios guarde a V.
muchos años. Campamento en el Molino de Tucapel, 27 de febrero de 1819.
Juan Francisco
Sánchez
P.D.
No ha … desertor
alguno de la División Española, no de la tropa de marina, remitiéndolos a su
ejército asegurados, como toda arma que tengan de ellos los naturales. Mándame también
la noticia de fuerza de tropa y milicias que tiene en su división.
Sr. capitán don
Vicente Benavides, comandante de las guerrillas de la Frontera. (Campamento en
el Molino de Tucapel, comunicación, Tucapel, 27 de febrero de 1819, de Juan
Francisco Sánchez para Vicente Benavides; contenido en Volumen 52, “Documentos
relacionados con Vicente Benavides, 1817-1822”, Fondo del Ministerio de Guerra,
Archivo Nacional Histórico, foja 20.)
Desde mi salida
de Tucapel hasta ahora que ya llegó hace días el Ejército a esta plaza nada he sabido
de las partidas que han quedado en la Frontera desde Santa Bárbara hasta
Arauco, y el mismo Tucapel: espero que por algún conducto seguro de español o
indio me comunique V.M. con extensión cuanto ocurra de particular y hubiere
ocurrido tanto en la Frontera, cuanto entre los enemigos, su fuerza, …, y
situación, abriendo correspondencia entre esa línea y nosotros, a fin de dar
parte de todo a V. M. y al Excelentísimo Sr. Virrey para su conocimiento y
auxilio que pueda hacer a esos oficiales y tropa benemérita participante.
Nuestro viaje ha
sido algo penoso por la muchedumbre, y malísimos caminos, pero no por los
indios que, desengañados de los embustes de bribones y pícaros han contribuido
abundantemente con víveres, venden mulas y caballos y … las causas en los ríos,
quedando completamente contentos y adictos al Soberano.
Por un sargento
de Valdivia, que quedó en Angol y se ha presentado hace cinco días, tardando en
el viaje 15, he sabido la … de los pehuenches en la Laja, parece [al parecer]
de Yumbel, y la montonera de Santa Fé, conservando los angolinos una completa
inacción en … Biobío.
Tenemos noticia
de haber salido buques enemigos al mar: por ahí sabrá V.M. su derrota. Alguna
vez haré extraordinario para oficiar y auxiliar a V.M. en cuanto pueda.
Dios guarde a
V.M. muchos Años. Valdivia, 15 de abril de 1819.
Juan Francisco
Sánchez Sr. comandante de la Frontera don Vicente Benavides.
El capitán de
amigos Juan … Sáez, lleva algunas cartas para varios individuos de esas inmediaciones,
deben abrirse delante de V.M. para leerlas los sujetos a quienes se dirigen, exceptuando
las del Sr. … , y de algún otro sujeto muy caracterizado; y si fuese alguna para
aquellos que tienen nota de insurgentes, no se les entregarán, reservándolas
[al parecer] : esto conviene mucho Sánchez. (Comunicación, de Juan Francisco
Sánchez para Vicente Benavides, Valdivia, 15 de abril de 1819; contenido en
Volumen 52, “Documentos relacionados con Vicente Benavides, 1817-1822”, Fondo del
Ministerio de Guerra, Archivo Nacional Histórico, fojas 21 y 22.)
El día 1º del
corriente ha llegado a mis manos el oficio de V. de 17 de abril próximo pasado en
que me comunica su situación actual de Yumbel con ánimo de atacar a Concepción,
y fuerza reunida en el Portezuelo, compuesta de los dispersos que no pudieron
oponerse a su arrogante y decidida división, siguiendo en todas mis
instrucciones, cuya noticia me ha sido muy plausible y la he celebrado por no
haber tenido ninguna, desde mi salida de Tucapel.
La escasez del
erario y municiones no me permitieron mandar a V. desde aquel campamento más que
las que le llevó Villagrán, y desde la Imperial ofrecí dirigirle, lo que no
pude realizar por haber asaltado al conductor de Valdivia … , los naturales de Cura
y Tirúa, que le obligaron a retirarse hacia Toltén, habiéndole robado mucho
añil.
Azócar regresa a
esa hasta encontrar a V. con la mayor brevedad, dándole la noticia de que la
goleta española “Alcance”, que acaba de llegar a esta del Callao y debe de
recalar a Tubul. De [según parecer] Lebu recibirá V.M. quinientos pesos en plata,
cuatro fardos de azúcar, un tercio de yerba, un zurrón de añil, doce piedras de
sal, dos resmas de papel, dos quintales de fierro, treinta docenas de pañuelos
de gasa, seis cargas de municiones y quinientas piedras de chispa, no trayendo
fusiles, ni sables por no haberlos en la actualidad.
Esta
determinación es la más segura para que prontamente reciba V. auxilios; pues por
tierra en la actual estación no podrían llegar en un mes, e irían expuestos; no
obstante, se harán sus esfuerzos para verificarlos con frecuencia, según se
pueda y lo permita el estado de esta tesorería, que, aunque ha recibido algo de
Lima, es poco para las muchas atenciones del ejército.
Por disposición
del Excelentísimo Sr. Virrey del Perú, queda la División Española unida a este
ejército y se están organizando los cuerpos y formando el primer batallón de
Cantabria, cuyo coronel es don Fausto del Hoyo.
Es sumamente
interesante el que se continúe por esa provincia la guerra contra los
insurgentes, a lo que V. debe pretender sin esperar a que, derribado el coloso
de Buenos Aires, contra quien ya estará inmediato el Real Ejército que debió de
salir de Cádiz y que venga contra Chile toda la fuerza unida de nuestras armas,
para exterminar de una vez el germen revolucionario.
Yo no tardaré en
volver a esa provincia, pero iré bien acompañado, según dije en Angol, en
Tucapel y por todo el camino a los naturales, asegurándoselo con toda verdad.
Esta plaza
necesitaba refuerzo por su mucha importancia y porque la División Española
podría tener destino por el Excmo. Sr. Virrey, a quien recomendaré el ejército
de V.M. y haré lo mismo con todos los demás de que V.M. me informe sean
acreedores a grados y cruces, pues así me lo encarga también el citado Sr. Virrey,
para cuantos pelean con fidelidad en ese territorio.
Quisiera que V.
me pasara noticia de cuantos individuos se hallan incorporados en la división
de su mando, de los que desde Angol se separaron de los cuerpos del país y de
la división peninsular para ponerlos en revista, como empleados en esa
provincia y que gocen su haber, con cuyo conocimiento se sabrá también los que andan
dispersos, o se hayan pasado al enemigo.
Por mi parte
dará V. gracias a todos esos soldados valientes, a quienes luego me uniré,
dándome Dios vida y salud.
El capitán Juan
Sáenz que vino de guía en nuestra [al parecer] marcha, regresó para esa y lleva
oficios para V. y comandante de Arauco Azócar lo encontró en Toltén y en mal
tiempo … dilatará su viaje. Dios guarde a V. muchos años.
Valdivia 4 en el
mayo de 1879.
Juan Francisco
Sánchez.
Sr. don Vicente
Benavides, comandante en la guerra armada del Rey de la frontera de Chile P.D. Acompaño
a V. una copia de las señales que debe hacer la goleta “Alcance”, cuando arribe
a las costas de Arauco y Lebu; y tengo remitido una copia al comandante de
Arauco para su gobierno, y de las vigías destinadas en aquellos puntos para
recibir el cargamento según se lo prevengo.
Le incluyo a
V.M. también una proclama, para que, sacando algunas copias, las haga correr
entre esos vecinos y gentes, a fin de entusiasmarlos. (Comunicación, de Juan
Francisco Sánchez para Vicente Benavides, Valdivia, 4 de mayo de 1879; contenido
en Volumen 52, “Documentos relacionados con Vicente Benavides, 1817-1822”,
Fondo del Ministerio de Guerra, Archivo Nacional Histórico, fojas 23, 24, 25 y
26.)
Con esta fecha
digo al comandante de las fuerzas armadas del Rey, capitán don Vicente
Benavides, lo siguiente:
‘El día 1º del
corriente ha llegado a mis manos el oficio de V. fecha 17 de abril próximo
pasado en que me comunica su situación actual de Yumbel con ánimo de atacar a
Concepción y fuerza reunida en el Portezuelo compuesta de los dispersos que no
pudieron oponerse a su arrogante y decidida división, siguiendo en todo mis instrucciones,
cuya noticia me ha sido muy plausible, y la he celebrado por no haber tenido
alguna desde mi salida de Tucapel. La escasez del Erario y municiones no me
permitieron mandar a V. desde aquel campamento más que las que le llevó
Villagrán y desde la Imperial ofrecí dirigirle lo que no pude …lizar por haber
asaltado al conductor de Valdivia Mena [al parecer] … los naturales de Cura y
Tirúa, los que le obligaron a retirarse hasta Toltén habiéndole robado mucho
añil. Azócar regresa a esa hasta encontrar a V. con la mayor brevedad dándole
la noticia, de que por la goleta “Alcance” que acaba de llegar a esta del
Callao y debe es recalar a Tubul o Lebu recibirá V. quinientos pesos en plata,
cuatro fardos de azúcar, un tercio de yerba, uno id. de añil, doce piedras de
sal, dos resmas de papel, dos quintales de fierro, treinta docenas de pañuelos
de gasa, seis cargas de municiones y quinientas piedras de chispa, no yendo
fusiles, ni sables por no haberlos en la actualidad. Esta determinación es la
más segura para que prontamente reciba V. auxilios, pues por tierra en la
actual estación no podrían llegar en un mes, e irían expuestos: no obstante, se
harán sus esfuerzos para verificarlos con frecuencia según se pueda y lo
permita el estado del erario que, aunque ha recibido algo de Lima es poco para
las muchas atenciones del ejército. Por disposición del Excmo. Sr. Virrey del
Perú queda la División Española unida a este ejército, y se están organizando
los cuerpos y formando el primer batallón de Cantabria, cuyo coronel es don
Fausto del Hoyo. Es sumamente interesante el que se continúe por esa provincia
la guerra contra los insurgentes a lo que V. debe pretender sin esperar a que, derribado
el coloso de Buenos Aires, contra quien ya estará inmediato el Real Ejército que
debió de salir de Cádiz y que venga contra Chile toda la fuerza unida de
nuestras armas para exterminar de una vez el germen revolucionario. Yo no
tardaré en volver a esa provincia, pero iré bien acompañado según dije en
Angol, en Tucapel y por todo el camino a los naturales, asegurándoselo con toda
verdad. Esta plaza necesitaba refuerzo por su mucha importancia y porque la
División Española podría tener destino por el Excmo. Sr. Virrey, a quien
recomendaré el mérito de V. y haré lo mismo con todos, de los que V. me informe
sean acreedores a grados y cruces, pues así también me lo encarga el citado Sr.
Virrey para cuantos pelean con fidelidad en ese territorio. Quisiera que V. me
pasara noticia de cuantos individuos se hallan incorporados en la división de
su mando, de los que desde Angol se separaron de los cuerpos del país y de la
División Peninsular para ponerlos en revista como empleados en esa provincia y que
gocen su haber, con cuyo conocimiento se sabrá también a los que andan
dispersos, o se hayan pasado al enemigo. Por mi parte dará V. gracias a esos
soldados valientes, a quienes luego me uniré, dándome Dios vida y salud. El
capitán Juan Sáenz que vino de guía en nuestra marcha regresó a esa, y lleva
oficios para V. y comandante de Arauco. Azócar lo encontró en Toltén y en mal
tiempo dilatará su viaje.’
Lo que
transcribo a V. para su inteligencia y gobierno en caso de algún accidente
desgraciado que pudiera sobrevenir al citado Benavides.
Dios guarde a V.
muchos años.
Cuartel general,
Valdivia, 5 de mayo de 1819.
Juan Francisco
Sánchez.
Sr. comandante
de Arauco Don Juan Millán (Cuartel General, comunicación, de Juan Francisco Sánchez
para Juan Millán, Valdivia, 5 de mayo de 1819; contenido en Volumen 52,
“Documentos relacionados con Vicente Benavides, 1817-1822”, Fondo del
Ministerio de Guerra, Archivo Nacional Histórico, fojas 27, 28 y 29.”
https://www.facebook.com/arh.sancarlos/videos
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